“ROMAN J. ISRAEL, ESQ.”: DENZEL WASHINGTON EN EL PAPEL MÁS ATREVIDO DE SU CARRERA

CUANDO UNA SOLA ACTUACIÓN ES CAPAZ DE LEVANTAR UNA PELÍCULA.

Después de conseguir la excepcional hazaña de meterse a crítica y público en el bolsillo gracias a su ópera prima como director (la implacable Nightcrawler), Dan Gilroy cambia por completo de registro en esta historia de la que también firma el guión, y en la que nos sumerge en el intrincado y turbio sistema legal de Estados Unidos para que, una vez más, seamos testigos de las diferentes direcciones a las que puede apuntar la brújula moral del ser humano.

Cartel Roman J. Israel, Esq.La película nos presenta a Roman J. Israel (Denzel Washington), un abogado defensor para el que los últimos treinta años han transcurrido entre los muros del bufete de abogados cuya cara visible siempre ha sido la de su compañero y socio. Pero este hecho se verá trastocado cuando dicho socio sufre un problema de salud, y Roman, con un carácter complejo, idealista e inconformista, se ve obligado a tomar las riendas del negocio. A ese hecho se sumarán las apariciones del ambicioso abogado George Pierce (Colin Farrell) y de la apasionada activista Maya Alston (Carmen Ejogo), que llegarán a la vida de nuestro protagonista para alterarla de manera irreversible. Y es que Roman no tardará en descubrir que la integridad de toda una vida haciendo lo correcto puede derrumbarse por un solo instante de flaqueza.

Si bien la dirección ha agradecido el madurar de Gilroy (más atinada en esta ocasión que en su anterior trabajo), el guión, a pesar de ser lo suficientemente atractivo y entretenido para el espectador, flaquea en los momentos en los que se centra en unos diálogos que no pocas veces resultan excesivos por lo largos y hasta forzados dentro de la propia trama.

Dichos diálogos buscan sin duda evidenciar aún más la compleja personalidad de Roman, pero resultan innecesarios gracias a la magnífica actuación de un Denzel Washington en estado de gracia (nominado al Oscar por esta interpretación), que podría haber brillado igual si la película tuviera menos diálogo y más movimiento. A esta sobresaliente actuación, en la que Washington ha encontrado en su personaje más arriesgado la fórmula para volver a sentirse cómodo tras varios papeles más desafortunados, acompaña un resto de reparto no menos acertado, destacando a un Colin Farrell en una de las mejores películas de su carrera. Estas interpretaciones incuestionables resultan fundamentales para que, al final, un guion complicado tenga el mejor resultado posible.

En una industria en la que dualidad moral y la facilidad con la que uno puede ceder ante las tentaciones es un argumento recurrente y explotado, Gilroy nos presenta en este drama su visión personal del precio que hay que pagar no por salirse del camino correcto, sino por intentar regresar a él. Y lo hace con acierto.

Recomendada para: los eternos idealistas, para todos aquellos que busquen una buena película con mensaje.