Vivir deprisa, amar despacio: A veces cruda pero muy bella

Vivir deprisa, amar despacio: Una historia de amor que engancha y remueve.

Parece mentira que hace tan sólo 25 años lo que suponía ser gay, no sólo la sociedad no estaba preparada, sino que se añadía la problemática del SIDA, una enfermedad que radicalizó más el mundo de los homosexuales. De nuevo, desde el cine francés, tras la increíble 120 pulsaciones por minuto, nos llega Vivir deprisa, amar despacio dirigida por Christophe Honoré y protagonizada por Vincent Lacoste  y Pierre Deladonchamps.

Sinopsis:

Año 1990. Arthur es un joven estudiante de veinte años que vive en Rennes. Su vida cambia el día que conoce a Jacques, un escritor que vive en París con su hijo pequeño. Durante el verano, Arthur y Jacques viven una historia amor. Pero Jacques sabe que este amor lo tiene que vivir rápidamente

Crítica:

Me causa mucho dolor ver cómo hace unos años se discriminaba aún más a los homosexuales y el miedo al SIDA que fue llamada “el castigo divino a los gays”. Vivir deprisa, amar despacio retrata esa Francia oculta con gran acierto, teniendo en cuenta además que el director de la cinta sabe de lo que habla.

Una película que a pesar de su duración (132 minutos) no se hace larga y, lo más importante, cada minuto está justificado. Las interpretaciones son increíbles, aunque tengo que destacar a Vincent Lacoste que además de ser el objeto de deseo de la película, consigue con cada matiz de su interpretación emocionarte y comprender el dolor del personaje de Jacques por amarlo (brillantemente interpretado por Pierre Deladonchamps)

Una película que remueve, pero que también hace reír y, sobre todo, muestra la lucha del colectivo LGTB;  sin duda, me hace sentir orgulloso de todo lo que se ha conseguido y de lo que conseguiremos hasta que no haya discriminación y nos traten de igual a igual. A pesar de eso Vivir deprisa, amar despacio no va de eso, se trata de una preciosa de amor nada idílica y cursi, una película magnífica que se queda en la cabeza y en el corazón.

Recomendada para: Espectadores que no saben hasta qué punto suponía ser gay hace 25 años y a las nuevas generaciones para seguir luchando por la libertad de amar sin importar sexo o condición.